Donald Trump como enemigo de la coctelería

Sí, sí, habéis leído bien. Si Donald Trump no se opusiera específicamente a los derechos de mujeres, LGBT+, musulmanes, afroamericanos, pobres y a los de la humanidad en general, todavía quedaría otro motivo para tenerle ojeriza: su complicada relación con la coctelería.

Ejemplo nº1: El Trump Vodka. Sí, amigos. Hace diez años Donald Trump lo presentó a bombo y platillo con el slogan «el éxito destilado». Hoy en día, ya no está a la venta. El Trump Vodka es otro de los fracasos de este sociópata emprendedor metido a político. Trump predijo que la bebida del futuro sería el T&T (Trump and Tonic). Quién iba a imaginar que la modesta predicción de un abstemio – Trump lo es a causa del acoholismo de uno de sus hermanos- sobre el mercado de las bebidas no se iba a cumplir. Ojo, por lo que cuenta este artículo de Bloomberg, el Trump Vodka no estaba nada mal, al parecer. Pero sus escasas ventas lo llevaron a desaparecer, y hoy en día es prácticamente imposible encontrar una botella. Lástima, porque el anuncio pseudoconstructivista con mucho bling tenía un tufillo a Promesas del Este 100% cambio de milenio.

Ejemplo nº2: Trump odia el tiki. Y no lo afirmo yo, sino que lo dice tal cual Jason Wilson en su libro Boozehound. Citémoslo: «¿A quién no le gusta el tiki? Sólo nos viene una persona a la cabeza: Donald Trump, quien cerró el Trader Vic’s a finales de los ochenta después de comprar el Hotel Plaza. Llamó «hortera» al famoso bar tiki. Sí, Donald Trump le llamó «hortera» a algo […]».

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Ejemplo nº 3: El «amor» de Trump por la coctelería es recíproco. Para muestra, la campaña que inició el mezcal Ilegal cuando el magnate anunció que pretendía construir un muro que impidiera la llegada de emigrantes (ilegales) mexicanos. La acción de marketing, llamada #ashotattrump (juego de palabras entre «chupito», «oportunidad» y «disparo») consistía en hacerse una foto con el hashtag en cuestión y un chupito, e iba acompañada de pósters, proyecciones e incluso camisetas con el slogan «Donald eres un pendejo». Brindemos, pues, por (y contra) ello.

Vodka tonics en el Slow Barcelona

IMG_6704No debería confesar esto, pero al oir que el Slow, una de las coctelerías que más frecuento de Barcelona, hacía de los Vodka Tonics el eje de su nueva carta y de la celebración de su cuarto aniversario, mi primer gesto estuvo a medio camino entre el facepalm y la señal de la cruz. No es ningún secreto que el vodka no es mi bebida favorita (y que posiblemente no estaría siquiera en el Top 10), y que estoy algo cansada del Gin Tonic (con lo que yo había sido). Pero el peor enemigo del periodismo es la falta de humildad, el ir a los sitios pensando que sabes qué te vas a encontrar. Yo esperaba una carta con varios «perfect serve» o ideas para el consumo -que los hay, más sobre ellos en un momento- pero no un concepto modular que te permita construirte tu bebida a tu modo, como si fuera una estantería de Ikea, elegido entre vodkas, tónicas y aderezos variados, en casi todos los estados de la materia.

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«En el fondo, la ginebra no deja de ser un alcohol infusionado con hierbas, a la que luego añadimos más botánicos en un Gin Tonic» cuenta Paco Bretau, el alma del Slow Barcelona, «pensé ‘¿y si comenzamos con una base neutra, el vodka, y construimos la bebida a partir de ahí?'». La idea es acercarse al público que bebe Gin Tonic pero que quiere ir un paso más allá -¿de qué me suena a mí esto?- y echarle algo de creatividad a su bebida (pero sin correr el riesgo de empujarlos sin flotador a la piscina de los combinados). «Un 50% de mi trabajo no depende de la bebida en sí, porque es hacer que el cliente se sienta bien», explica Bretau, «no me corresponde a mí cuestionar sus decisiones. Aunque es evidente que algunas combinaciones funcionan mejor que otras, y por eso las hemos listado.» Mis compañeras de barra pidieron uno con pera caramelizada, muy goloso de beber. Yo opté por el Zubrowka (que tiene unos interesantes tonos herbáceos por su contenido de Hierochloe odorata o «Hierba del bisonte» (porque es lo que comen los pocos bisontes europeos que quedan en Polonia). Bretau lo aromatizó con limón, en lugar del zumo de manzana tradicional con el que se combina en su país originario. Una bebida sencilla y muy disfrutable, y una carta de vodkas, esencias, especies, frutas y tónicas que permiten una combinatoria suficiente como para no aburrirse jamás. Una buena idea para ir creando afición a los cócteles y para salir de la zona de confort a la hora de pedir.

Vale, estoy listo para ir más allá del Gin Tonic, ¿y ahora qué?

Ellos ya han superado el Gin Tonic ¡y son más jóvenes que tú!

Hola, pequeño padawan. Llegado tú has hasta Dagobah para que el maestro Yoda te aconseje sobre cócteles distintos. La senda del Gin Tonic tentadora es, pero hacia el lado oscuro de la rutina y el postureo conduce (Nota: por amor a la claridad a partir de ahora vamos a suponer que Yoda conocía los rudimentos de la sintaxis y continuaremos este post normalmente). Vamos, que tienes curiosidad por probar cócteles nuevos, pero no sabes qué pedir cuando entras en un bar. Si cuentas con la suerte de tener un bartender de confianza, lo mejor es describirle tus gustos y muy probablemente él o ella te preparará una copa fantástica (sospecho que son telépatas). Sin embargo, si no conoces a la persona que está detrás de la barra, o el bar está lleno y no es viable enrollarte a explicarle qué te apetece, o te da corte, o quieres pedir con autoridad, no todo está perdido: para ti, con cariño, llega la guía de inicio rápido de los cócteles Una o dos copas. En el futuro escribiré sobre cada uno de estos combinados, pero considera esto una chuleta para tus primeras incursiones.

«Me gusta el Gin Tonic pero quiero ir más allá». Si lo que te gusta del Gin Tonic es que se trata de un trago largo y refrescante, puedes pedir por ejemplo un Tom Collins: Ginebra, limón, azúcar y soda. El sabor amargo de la tónica se vuelve cítrico con el limón. Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para el bebedor de Gin Tonic.

«Yo quiero uno de ésos de las pelis, los del vaso de martini». Ojocuidao, que posiblemente lo que tú quieras es un (Dry) Martini. Aquí te voy a pedir que confíes en mí y que si nunca has bebido cócteles NO comiences por él. Te lo justifico: el Dry Martini es un combinado muy fácil de hacer mal. Su receta es, en su inmensa mayoría, ginebra, sólo atemperada por una pequeña parte de vermú blanco. Ojo, que si se hace bien está muy rico, pero puede llegarte a parecer que no es más que un chupito de ginebra king size. Si quieres una bebida igualmente seca, pero algo más accesible, prueba con el Gimlet, combinación de lima y ginebra que le encantaba a Philip Marlowe.

«Lo mío es el whiskazo, perdona». Vale, perdona tú. Lo que quieres es un trago de sentirte como un señor, algo que beber mientras, pongamos por caso, haces como que lees una novela del siglo XIX frente a una chimenea, ¿no? Pídete un Old Fashioned y saborea poco a poco su bourbon o su whisky de centeno ligeramente endulzados y aromatizados.

«¡Seño, seño, yo, yo, que conozco el Mojito! ¡Yo, yo!» Si alguna vez has pedido un mojito probablemente lo que te ha atraído de él sea su frescor y el punto herbal de la menta. Desplázate de Cuba a Brasil, cambia el ron por su prima la cachaça, y pide una Caipirinha (o una Caipiroska, de sabor más neutro porque se prepara con vodka) para seguir por la vía refrescante.

«He probado eso del Spritz, y oye, bien» o «yo soy de vermú (y quizás un poco hipster)» Amigo: tú estás necesitando un Americano. No uno cualquiera, sino el combinado que lleva Campari (que es algo así como la versión para adultos del Aperol), vermut rojo y soda. Pídete unos berberechos y unas patatas, agénciate un periódico y verás cómo vuelan las horas…

«Oye, ¿puede ser algo con sombrilitas y colorainas? ¡Quiero sentirme como si estuviera de vacaciones!» Claro que puede ser. Apuesta por un Mai Tai, uno de los grandes clásicos de la coctelería tiki. ¡No te dejes engañar por su aspecto! Los cócteles tiki son lobos con piel de cordero y debajo de las florecitas y el humo esconden una bomba de relojería.

«¿Y qué hay de Bloody Marys, White Russians, Cafés Irlandeses o cócteles con champán?» Aquí entraríamos en lo que yo llamo «coctelería para momentos especiales» o «coctelería con cláusulas». El lugar natural de un Bloody Mary es un desayuno muy, muy tardío y algo resacoso. En ese mismo contexto no estarían mal algunos cócteles con champán (o cava o…) como el Mimosa (con naranja) o el Bellini (con melocotón), pero para qué te vamos a engañar, ¡las burbujas están para brindar! Si ése es el caso tira la casa por la ventana y haz chin chin por ejemplo con un French 75 (con ginebra y limón). Los White Russians, en cambio, son un tipo de combinado para disfrutar en sustitución o – si pesas 25 kilos- además del postre, un poco lo mismo que ocurre con el Café Irlandés y demás combinados calientes, que requieren una superficie estable donde servirse y una sobremesa agradable para disfrutarse.

Anuncios vintage: Vodka Imperial

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Imagen (c) Todocoleccion.net

Esta imagen pertenece a un recorte de la revista Menage, de 1932, que se vende en la tienda de viejo online Todocolección, en la que me gusta meterme de vez en cuando a buscar tesoros. Si la reproduzco aquí es porque me parece interesante por diversas razones. Menage era una revista editada hasta pasada la Guerra Civil por los almacenes Sociats de Barcelona, y que estaba muy vinculada a la figura del chef Josep Rondissoni, quien fuera su director de 1931 a 1936 como profesor de cocina de l’Institut de Cultura de la Dona, en Barcelona. La revista ofrecía sus propios cursos, y entre sus colaboradores y docentes habituales contaba con el coctelero Miguel Boadas. La labor del Institut  se centraba en contribuir al desarrollo integral de las mujeres de la época (quienes, recordemos, no pudieron votar hasta 1931) y en aportarles conocimientos en diferentes disciplinas, y en particular, aquellas relacionadas con la cocina y la economía doméstica. Llama la atención, pues, que se considerara entonces que entre estos estudios debía haber un espacio para la preparación de combinados, del que habitualmente se encargaba Boadas, pero al que también contribuía de vez en cuando Salvador Farré, el maitre del Hotel Colón.

Destaca también de este anuncio que el bartender es ya un prescriptor, un proto Brand Ambassador de la marca, a la que presta su nombre y sus recetas. Y no de una marca cualquiera, sino una de vodka, desafiando ese mito de la historia de la coctelería que suele afirmar que antes de los años sesenta el vodka se consumía poco o nada. El más interesante, a priori, es el  Menage Cocktail, que lleva el nombre de la revista, un Flip. Este tipo de receta se ve ya poco en los bares, porque requiere un huevo fresco, no sabemos si por una especie de prejuicio moderno a consumir yemas de huevo crudas o directamente a la imposibilidad de encontrar huevos de la calidad suficiente, o al temor a intoxicaciones alimentarias (evitable utilizando huevo pasteurizado, como se hace con las claras de los Fizz). En fin, sea como sea, la especificación en la receta de que se requiere «hielo bien limpio» -dado que se seguía picando a mano- nos recuerda que ochenta y cinco años, en coctelería, son también toda una vida.