No debería confesar esto, pero al oir que el Slow, una de las coctelerías que más frecuento de Barcelona, hacía de los Vodka Tonics el eje de su nueva carta y de la celebración de su cuarto aniversario, mi primer gesto estuvo a medio camino entre el facepalm y la señal de la cruz. No es ningún secreto que el vodka no es mi bebida favorita (y que posiblemente no estaría siquiera en el Top 10), y que estoy algo cansada del Gin Tonic (con lo que yo había sido). Pero el peor enemigo del periodismo es la falta de humildad, el ir a los sitios pensando que sabes qué te vas a encontrar. Yo esperaba una carta con varios «perfect serve» o ideas para el consumo -que los hay, más sobre ellos en un momento- pero no un concepto modular que te permita construirte tu bebida a tu modo, como si fuera una estantería de Ikea, elegido entre vodkas, tónicas y aderezos variados, en casi todos los estados de la materia.
«En el fondo, la ginebra no deja de ser un alcohol infusionado con hierbas, a la que luego añadimos más botánicos en un Gin Tonic» cuenta Paco Bretau, el alma del Slow Barcelona, «pensé ‘¿y si comenzamos con una base neutra, el vodka, y construimos la bebida a partir de ahí?'». La idea es acercarse al público que bebe Gin Tonic pero que quiere ir un paso más allá -¿de qué me suena a mí esto?- y echarle algo de creatividad a su bebida (pero sin correr el riesgo de empujarlos sin flotador a la piscina de los combinados). «Un 50% de mi trabajo no depende de la bebida en sí, porque es hacer que el cliente se sienta bien», explica Bretau, «no me corresponde a mí cuestionar sus decisiones. Aunque es evidente que algunas combinaciones funcionan mejor que otras, y por eso las hemos listado.» Mis compañeras de barra pidieron uno con pera caramelizada, muy goloso de beber. Yo opté por el Zubrowka (que tiene unos interesantes tonos herbáceos por su contenido de Hierochloe odorata o «Hierba del bisonte» (porque es lo que comen los pocos bisontes europeos que quedan en Polonia). Bretau lo aromatizó con limón, en lugar del zumo de manzana tradicional con el que se combina en su país originario. Una bebida sencilla y muy disfrutable, y una carta de vodkas, esencias, especies, frutas y tónicas que permiten una combinatoria suficiente como para no aburrirse jamás. Una buena idea para ir creando afición a los cócteles y para salir de la zona de confort a la hora de pedir.