Noticias breves: Christmas day Bacardí

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La Casa Bacardí, el museo que la marca dedica a la figura de Facundo Bacardí en Sitges, celebra su particular fiesta de Navidad este domingo con una jornada «Christmas day» en la que los visitantes podrán degustar algunos de los cócteles de ron más conocidos, como el Mojito, el Daiquirí o el Cuba libre, así como un icono en la historia de la marca, el Old Cuban. Durante todo el domingo la antigua sede del mercado de Sitges ofrecerá estos combinados a un precio reducido de 5€, y durante el día la entrada al museo será gratuita.

Recordad que podéis hacernos llegar vuestras convocatorias y notas de prensa a unaodoscopas (arroba) gmail (punto) com.

 

Carajillo: El único cóctel que se bebe un lunes por la mañana

IMG_6595 Hombre, como poderse beber, se puede beber cualquier cóctel un lunes por la mañana. Particularmente si tienes una mansión en Long Island, te llamas Gatsby y te pasas los días disfrutando de la fortuna que has hecho con el contrabando de licor. Si te llamas Pérez, García o Calpena y te dedicas, pongamos por caso, a darle a la tecla, tu desayuno normal no comprende un cóctel. Pero si alguna vez has desayunado fuera de casa en un bar normal -definiendo «normal» todo lo que no sean bakeries cuquis- vas a ver seguro, seguro, seguro a dos o tres currelas y algún jubilado voluntarioso tomando su carajillo de rigor. Posiblemente no piensen ni les importe si la bebida es un cóctel, ni tampoco la debatida etimología de su nombre (desde que teóricamente se inventó en Cuba y que era una bebida que daba «corajillo» a la hora de entrar en combate, hasta que era la contracción del «que ara guillo» («que me las piro») que decían los porteadores de la Estación de França de Barcelona cuando pedían su café matinal. El carajillo, además de etimologías mil, tiene también acérrimos fans e incluso blogs específicos. IMG_6585 Sea como sea, su fórmula lo asemeja a otros cócteles calientes como los hot toddies, el caffè corretto o el café irlandés (al que, por cierto, se le supone un origen bastante más moderno) pero sobre todo a esos tesoros flambeados que son la Queimada y el Cremat. Incluso en los ingredientes: el más pedido, al menos en Cataluña, es el ron, y se sigue utilizando en su preparación granos de café y piel de cítricos. Como contaba Mikel Iturriaga en El Comidista hace un par de años, ha habido intentos por glamorizarlos y modernizarlos, como el de la marca de brandy Magno, aunque el que sigue pidiéndose más, para qué nos vamos a engañar, es el de toda la vida. Yo me fui a la Bodega Montferry (disclaimer: propiedad de mis amigos Raquel, Albert y Marc) para que contaran para este blog cómo se prepara el suyo, al que han llamado «Que n’aprenguin», en homenaje a una frase del ínclito pazident del Barça Joan Laporta, y que se elabora con el método que siguen en la patria chica de la familia de Marc, Les Coves de Vinromà, en Castellón. Éste no es un dato de relleno, porque la zona es uno de los hotspots carajilleros de España, en la que se destila incluso un licor a imagen y semejanza del cóctel. Vamos, que allí te puedes preparar un Carajillo de Carajillo, toma ya triple salchow semiótico, y quedarte tan feliz. Pero en otros bares de la península también lo tocan: el Atocha de Gijón los tiene por enseña; en Valencia lo llaman Rebentat, y su nombre, además de la proporción alcohol/café, tiene otras muchas variaciones. IMG_6588 En la Montferry por defecto lo hacen de ron, aunque los de brandy y anís tienen también sus adeptos, y la hora de máxima demanda es a media mañana. En verano cae alguno también en versión fría y de Marie Brizard, aunque son los menos. Marc pone dos sobres de azúcar, un trozo de cáscara de limón y dos granos de café en un vaso de barro -«esto no es ortodoxo», puntualiza, «pero nos parecía más bonito que el de cristal»-, añade unos sesenta mililitros de licor, lo calienta con el chorro de vapor de la cafetera y le prende fuego. En casa, como generalmente no tenemos chorro de vapor, lo más sencillo es obviar este paso y simplemente remover el licor mientras arde con ayuda de una cucharilla hasta que se disuelva el azúcar (¡procurad no quemaros las cejas!), para luego taparlo con un plato a fin de que la llama se extinga por falta de oxígeno. Sólo queda añadir café recién hecho y ya está. Poco más hay que añadirle a al carajillo, excepto -y aquí está lo más difícil- ganas de volver al trabajo después de tomarse uno. Y que n’aprenguin.

Masterclass de Zacapa 23

IMG_6600Voy a admitirlo: los rones me intimidan. Ni en mis años mozos fui gran consumidora de cubatas (en la época en que un cubata era sinónimo de un Cuba Libre, y no un genérico de copazo de garrafón), ni hasta hace poco los había explorado mucho más allá de la coctelería clásica, porque su diversidad me echaba hacia atrás. Pero como lo mejor que se puede hacer cuando algo te intimida es intentar conocerlo mejor, aprovecho todas las oportunidades que se me presentan para aprender sobre rones.  Hace unos meses fue el curso de ACR, la certificación que otorgan unos cuantos países del Caribe a los rones que allí se producen, y esta semana fue la Masterclass sobre rones Zacapa que la propia marca impartía en el Magatzem Escolà de Barcelona. Aunque la información que se proporciona en este tipo de eventos suele estar disponible en internet para el autodidacta hacendoso, y nunca está exenta de marketing -lógico- lo cierto es que siempre es más interesante cuando te la cuentan en vivo y en directo y, sobre todo, cuando puedes refrendarla catando el producto.

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Lorena Vásquez en acción

La encargada de presentarlo fue Lorena Vásquez, ni más ni menos que la master distiller (cargo que en el sector de los destilados equivale a decir masterandcommander plenipotenciario sobre  los procesos de fabricación, desde la cosecha o compra de materias primas, hasta el envejecimiento y ensamblaje de lotes, pasando también por supuesto por catas, análisis de laboratorio y la destilación en sí). El último año he tenido ocasión de conocer a master distillers de varias marcas, que destilan bebidas distintas y a una escala y con un enfoque muy distintos, pero todos ellos tienen en común una obsesión cuasi maternal por su producto. Vásquez, quien lleva media vida dedicada al ron (literalmente: hace 30 años que trabaja para Zacapa y acaba de cumplir 60) no es la excepción.

En la masterclass nos contó los datos básicos sobre la marca: que se produce en Guatemala, que se emplea lo que ellos denominan «miel de caña virgen» -que es el jugo de la caña de azúcar sin refinar, igual como se hace en los rhum agricoles del Caribe francófono, y en contraposición a las melazas que emplean otras marcas y variedades-, que se elabora en condiciones de frío y altitud -a lo que ellos atribuyen las virtudes del producto, y un añejamiento por un sistema similar al de las soleras de vinos de jerez, y que, para explicarlo de un modo sencillo, podríamos decir que consiste en que según el alcohol (vino, ron, o destilado de uva en el caso del brandy) va envejeciendo, se lo cambia a barricas donde hay -en una proporción creciente- alcohol más antiguo. Vásquez nos contó también que utilizan un sistema parecido con las barricas, que describió como a «un ser vivo» y que son un tema de los que más le apasiona (y que a mí, como nieta de tonelero que soy, también). Ellos utilizan en primer lugar barricas de roble americano que ha contenido whiskey… americano. Luego se pasa este líquido a barricas similares -que ya han sido utilizadas en la primera fase- pero cuyo interior se ha quemado a fin de eliminar las notas de vainilla que pudieran proporcionar. Tras esto, viene un añejamiento en barricas de Oloroso (que se traen de la bahía de Cádiz) y otro en barricas de PX (traídas de Córdoba) y, en algunos casos, un paso adicional por barrica de cognac. Durante el proceso se van toqueteando pequeños factores en función de análisis químicos y, sobre todo, de catas, porque del ron base que sale del alambique llegarán a producirse expresiones bastante distintas entre sí. Luego, además, hay que hacer un ensamblaje entre las diferentes barricas y rebajar el ron hasta la graduación deseada.

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Tres de estas expresiones son las que probamos en la cata: Zacapa 23, que era más bien dulce, con sabores acompotados (orejones, caramelos, un punto picante); el Reserva Limitada 2014, que surgió de un proyecto algo experimental que consistió en poner macetas con las plantas tradicionales de la gastronomía y las religiones indígenas guatemaltecas entre las barricas, y que tenía un curioso punto herbal que lo acercaba a los amargos de aperitivo, y el Zacapa XO, el que había pasado por barrica de cognac, y que era ligeramente menos alcohólico que los demás, pero más denso en sabores como chocolate y que era muy, muy de postre. Recordamos algunos básicos de la cata de destilados (dato a retener: no hay que meter la nariz hasta el fondo del vaso para oler porque a estas graduaciones podríamos acabar piripis sin ni siquiera beber), descubrimos que, en función del punto de la copa en el que olemos se detectan unas notas u otras, y lo probamos también en un cóctel, un daiquiri de tamarindo y lichi. Nada mal para un martes y 13, ¿no?

 

Vale, estoy listo para ir más allá del Gin Tonic, ¿y ahora qué?

Ellos ya han superado el Gin Tonic ¡y son más jóvenes que tú!

Hola, pequeño padawan. Llegado tú has hasta Dagobah para que el maestro Yoda te aconseje sobre cócteles distintos. La senda del Gin Tonic tentadora es, pero hacia el lado oscuro de la rutina y el postureo conduce (Nota: por amor a la claridad a partir de ahora vamos a suponer que Yoda conocía los rudimentos de la sintaxis y continuaremos este post normalmente). Vamos, que tienes curiosidad por probar cócteles nuevos, pero no sabes qué pedir cuando entras en un bar. Si cuentas con la suerte de tener un bartender de confianza, lo mejor es describirle tus gustos y muy probablemente él o ella te preparará una copa fantástica (sospecho que son telépatas). Sin embargo, si no conoces a la persona que está detrás de la barra, o el bar está lleno y no es viable enrollarte a explicarle qué te apetece, o te da corte, o quieres pedir con autoridad, no todo está perdido: para ti, con cariño, llega la guía de inicio rápido de los cócteles Una o dos copas. En el futuro escribiré sobre cada uno de estos combinados, pero considera esto una chuleta para tus primeras incursiones.

«Me gusta el Gin Tonic pero quiero ir más allá». Si lo que te gusta del Gin Tonic es que se trata de un trago largo y refrescante, puedes pedir por ejemplo un Tom Collins: Ginebra, limón, azúcar y soda. El sabor amargo de la tónica se vuelve cítrico con el limón. Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para el bebedor de Gin Tonic.

«Yo quiero uno de ésos de las pelis, los del vaso de martini». Ojocuidao, que posiblemente lo que tú quieras es un (Dry) Martini. Aquí te voy a pedir que confíes en mí y que si nunca has bebido cócteles NO comiences por él. Te lo justifico: el Dry Martini es un combinado muy fácil de hacer mal. Su receta es, en su inmensa mayoría, ginebra, sólo atemperada por una pequeña parte de vermú blanco. Ojo, que si se hace bien está muy rico, pero puede llegarte a parecer que no es más que un chupito de ginebra king size. Si quieres una bebida igualmente seca, pero algo más accesible, prueba con el Gimlet, combinación de lima y ginebra que le encantaba a Philip Marlowe.

«Lo mío es el whiskazo, perdona». Vale, perdona tú. Lo que quieres es un trago de sentirte como un señor, algo que beber mientras, pongamos por caso, haces como que lees una novela del siglo XIX frente a una chimenea, ¿no? Pídete un Old Fashioned y saborea poco a poco su bourbon o su whisky de centeno ligeramente endulzados y aromatizados.

«¡Seño, seño, yo, yo, que conozco el Mojito! ¡Yo, yo!» Si alguna vez has pedido un mojito probablemente lo que te ha atraído de él sea su frescor y el punto herbal de la menta. Desplázate de Cuba a Brasil, cambia el ron por su prima la cachaça, y pide una Caipirinha (o una Caipiroska, de sabor más neutro porque se prepara con vodka) para seguir por la vía refrescante.

«He probado eso del Spritz, y oye, bien» o «yo soy de vermú (y quizás un poco hipster)» Amigo: tú estás necesitando un Americano. No uno cualquiera, sino el combinado que lleva Campari (que es algo así como la versión para adultos del Aperol), vermut rojo y soda. Pídete unos berberechos y unas patatas, agénciate un periódico y verás cómo vuelan las horas…

«Oye, ¿puede ser algo con sombrilitas y colorainas? ¡Quiero sentirme como si estuviera de vacaciones!» Claro que puede ser. Apuesta por un Mai Tai, uno de los grandes clásicos de la coctelería tiki. ¡No te dejes engañar por su aspecto! Los cócteles tiki son lobos con piel de cordero y debajo de las florecitas y el humo esconden una bomba de relojería.

«¿Y qué hay de Bloody Marys, White Russians, Cafés Irlandeses o cócteles con champán?» Aquí entraríamos en lo que yo llamo «coctelería para momentos especiales» o «coctelería con cláusulas». El lugar natural de un Bloody Mary es un desayuno muy, muy tardío y algo resacoso. En ese mismo contexto no estarían mal algunos cócteles con champán (o cava o…) como el Mimosa (con naranja) o el Bellini (con melocotón), pero para qué te vamos a engañar, ¡las burbujas están para brindar! Si ése es el caso tira la casa por la ventana y haz chin chin por ejemplo con un French 75 (con ginebra y limón). Los White Russians, en cambio, son un tipo de combinado para disfrutar en sustitución o – si pesas 25 kilos- además del postre, un poco lo mismo que ocurre con el Café Irlandés y demás combinados calientes, que requieren una superficie estable donde servirse y una sobremesa agradable para disfrutarse.