Eh, si los bartenders hacen guestbartendings, los periodistas y blogueros hacemos guest posts. O lo que es lo mismo: aunque tengamos fama de ser fieras competitivas, colaboramos los unos con los otros escribiendo textos para las bitácoras de amigos. Miquel Hudin es un periodista de California que vive en Cataluña y escriba en su blog en inglés, Wine on VI sobre el mundo de vino. Un día, hablando de destilados y cócteles, me comentó su horror infinito al descubrir que San Francisco, su patria chica, era también el nombre un pseudomocktail marrano de gran predicamento en la España de la transición y los ochenta. Y de esa conversación nació este post suyo, con el que reivindica que otro cóctel San Francisco -más acorde al temperamento de la ciudad- es posible.
The San Francisco
No era una oscura y tormentosa noche, eran las cuatro de la madrugada en el Raval de Barcelona. La noche había sido larga y regada con abundante alcohol. Lo que había empezado con una botella de vino compartida con un amigo y su pareja se convirtió en horas de Manhattans, Boulevardiers, Sazeracs y otras variadas excusas para beber whiskey—como si uno necesitara excusa alguna para beber el único alcohol que América realmente sabe hacer bien.
Empezamos en el Eixample, continuamos en el Gòtic, volvimos al Eixample por alguna razón que ya no recuerdo, subimos a Gràcia, luego bajamos de nuevo al Raval, todo el rato siguiendo una supuesta ruta de las mejores coctelerías de la ciudad. Francamente, con el panorama coctelero tan poco extenso me sorprende que nos tomara más de seis horas. En un momento dado, mientras dábamos tumbos buscando el mítico bar Boadas, sin éxito ya que no nos dimos cuenta que estábamos en la calle Joaquim Costa, vi un cartel anunciando el cóctel San Francisco. Los ingredientes: zumo de naranja, piña y melocotón con una pizca de granadina. “¿Pero qué coño es esto?”, mi nublada mente protestó.
Aunque técnicamente no soy de San Francisco, viví tantos años allí que es como si lo fuera y puedo afirmar sin duda alguna que a los San Franciscanos les encanta el alcohol. Una mezcla de zumos de frutas como aquella ponía en ridículo a la ciudad más alcohólica de la Costa Oeste, tal vez de todos los Estados Unidos. Y es que un cóctel digno de llamarse San Francisco sería el equivalente líquido de una patada en los cojones cuando menos te lo esperas, sería un tipo que te roba la novia y te envía fotos de ellos dos en pelotas en la cama. Por Sam Spade y Harry el Sucio, el San Francisco no sería el acompañamiento ideal para un brunch cuqui de domingo. Por más que a los San Franciscanos les encante el brunch, es un error tan grande como llamar “Frisco” a la ciudad.
Una vez vi un cóctel llamado San Francisco, pero no era un cóctel clásico como el Manhattan porque San Francisco no es así. Los clásicos son para los capullos y para Los Angeles. El cóctel en cuestión tenía vermut dulce y seco, ginebra y bitters, agitado. No es un cóctel que te vaya a convertir de repente en un hombre de verdad, pero en todo caso se acerca mucho más a lo que es San Francisco que el aguachirri de frutas que se inventaron en Barcelona para ligar con las suecas. ¿Y por qué decidieron llamarlo San Francisco? Probablemente porque sonaba lejano y exótico. Pero aunque San Francisco está lejos de cojones de exótico no tiene nada, a menos que consideremos informáticos veinteañeros de Ohio como algo exótico.
Así que, por favor, si queréis tomar un San Francisco que haga honor a su nombre vais a necesitar algo fuerte como un puñetazo, que raspe la garganta y que refleje las contradicciones, suciedad y desastre moral de esta ciudad a la vez suave y repelente. Algo que diga, acabo de ver un mendigo cagar entre dos coches y no me ha sorprendido para nada.
Ahí va mi sugerencia: 60ml de ginebra, una cucharita de azúcar, el zumo de media lima y una guindilla picante (escoge la variedad que tu paladar pueda soportar). ¿Te suena a un Gimlet de demonios? Pues sí, y las mezclas de frutas que se vayan al carajo.